En esta entrada queremos tratar un tema que creemos que está bastante presente en la actualidad, basado en nuestra experiencia de atención al público que llevamos a cabo a diario. Nace del hecho de que los clientes estén optando o valorando cada vez más la biomasa como una alternativa viable, eficiente, económica y sostenible para calentar sus viviendas; y esto, como no puede ser de otra manera, genera dudas y preguntas en los clientes a la hora de decantarse por uno u otro equipo, dudas que queremos contribuir a resolver en los próximos artículos de esta serie.
Si bien es cierto que una instalación de calefacción por biomasa requiere de una inversión inicial superior y un mantenimiento más constante por parte del usuario, respecto de las calderas de combustibles más habituales, es importante tener en cuenta que estas inversiones se rentabilizan en un plazo medio de unos 2 a 5 años (dependiendo lógicamente del equipo escogido y el consumo medio de cada vivienda).
Desde Ecocasa creemos que este es un tema muy importante que el cliente debe de valorar detenidamente antes de lanzarse hacia una solución u otra en la elección del sistema de calefacción de su vivienda. Cuando pidan valoración sobre la instalación de calefacción, verán claramente que la inversión inicial de una instalación de biomasa es mayor que una de gas natural o gasóleo, esto es innegable, pero han de valorar también el ahorro del coste mensual y anual de calefacción que van a obtener si se decantan por la opción más ecológica y sostenible y en qué periodo de tiempo esa inversión inicial puede haber quedado amortizada.
Basar la generación de agua caliente, tanto para calefacción como para consumo, en un combustible como el pellet es un valor seguro. Es evidente que el uso del pellet como combustible ha aumentado enormemente en los últimos años, y esto se traduce, como no puede ser de otra manera, en un ligero aumento de su coste a lo largo del tiempo. Pero hemos de ser conscientes, de que la subida de precios que sufren los combustibles de biomasa es mucho más contenida y controlada en el tiempo que los picos de aumento que observamos en otros combustibles como el gas, los derivados del petróleo o la electricidad, que se ubican en mercados mucho más volátiles.